Sé que no me escuchas, Eneas, pues los remos de tus naves baten ya las olas que te alejan de mis costas.
Yo, Dido, sé que alguna deidad celosa de la felicidad divina que pueden alcanzar los mortales ha provocado en ti el olvido y el rechazo hacia mí y mi reino de fenicios y esperanzas.