Mi hermana Ana piensa que haré un ritual, aconsejada por una bruja, para quemar tu recuerdo y volver a mi vida de reina, de fundadora, de constructora, de guerrera, de fenicia…
Pero yo no quiero vivir, Eneas. No quiero este reino ni ningún otro. No quiero el aire ni el sol ni desposar a alguno de esos reyes que se dicen despreciados por Dido de Cartago.
No quiero la vida.
No quiero la vida sin tus ojos grises, sin la mirada de tristeza con que sostienes la ternura. Sin ti no la quiero.
Te maldigo y no quiero maldecirte. Te amo y no quiero amarte. He tenido tus caricias y ahora tendré el filo de tu espada. Y bajaré al Hades y buscaré a Siqueo, y le pediré perdón por haberlo olvidado, y le diré que la culpa fue de Venus o de Tanit, pero aunque sea una sombra seguiré añorándote, Eneas, y en la niebla escribiré tu nombre y todos los días de la muerte iré a preguntar los nombres que lleva la galera de las sombras.