Cada poema es único, como exclusivo es tu tono y tu meta. Recuérdalo cada vez que te dispongas a escribirlo. La poesía cambia de tonos, puede ser violenta, aguerrida, tierna, amorosa, delatora; cambia de meta, se puede cantar a la revolución, a la amante, a una casa, a un par de botines gastados, al padre, a la vida, pero ese canto tiene que resultar siempre indispensable. «Sé tú mismo», aconsejaba Rubén Darío a los que le preguntaban cómo alcanzar la trascendencia poética