Trabajé en cosas que nunca hubiera imaginado, me bajé de mi mundo, de mi mundo real, para dejarme arrastrar como un siervo hacia ese mundo miserable de los hombres de negocios. Compañía de seguros, bufetes de abogados, asesor de sindicalistas y toda esa sarta de serpientes que se dedican a estrujar a las personas, a someterlas bajo el peso de los papeles incomprensibles, bajo el yugo demoledor de una vida opaca y sin ningún sentido más que consumir, consumir y consumir, hasta terminar por ser un licuado de hombre.