Kate Chopin

Todas pasamos por las mismas cosas, simplemente son un tipo distinto de mismas cosas. Si no fuera así, ¿cómo podríamos usted y yo comprenderlo tan bien? ¿Por qué sabemos lo que sabemos en este momento?

hijo, de cualquier forma en que lo tengas, un hijo es algo bueno, dicen la naturaleza y La Caminante; tenerlo y no esperar la concurrencia de las circunstancias adecuadas, de forma que el evento puede que no llegue nunca.

Alguien tiene que estar equivocado aquí. Trabajar, amar y tener hijos. Resulta sencillo. Pero nuestro modo de vida establece que hay tantas cosas que son más importantes que esas.

Reprochó a su mujer su poca atención y su habitual negligencia de los niños. Si no era tarea de una madre cuidar de los hijos, ¿de quién diablos era? Él estaba ocupado con sus negocios como corredor de bolsa. No podía estar en dos lugares a la vez: ganar el sustento de la familia en la calle y quedarse en casa a vigilar que no les ocurriera nada malo. Hablaba en un tono monótono e insistente

El señor Pontellier volvió junto a su esposa para decirle que Raoul tenía mucha fiebre y necesitaba ser atendido. Después, encendió un puro y se sentó cerca a la puerta abierta para fumárselo

No habría podido decir por qué lloraba. Experiencias como la precedente no eran poco comunes en su vida de casada. Nunca antes le habían parecido tan pesadas, comparadas con las numerosas muestras de amabilidad de su marido y el afecto constante que había acabado por ser tácito y sobreentendido

Una opresión indescriptible, que parecía originarse en algún lugar extraño de su conciencia, colmaba todo su ser de una vaga angustia. Era como una sombra, como una neblina que atravesara el día veraniego de su alma. Era extraño y desconocido; era un estado de ánimo

La señora Pontellier se vio obligada a admitir que no conocía otro mejor.

ra algo que sentía, más que percibirlo, y nunca expresaba el sentimiento sin el subsiguiente arrepentimiento y un gran deseo de compensación.

La conciencia de la señora Pontellier estaba bastante tranquila con las actuales necesidades materiales de sus niños y no veía utilidad en anticiparlas y en convertir las prendas de noche invernales en el tema de sus meditaciones veraniegas. Pero no quería parecer poco amistosa o desinteresada; así que trajo unos periódicos que extendió en la galería y, bajo la dirección de Madame Ratignolle, sacó un patrón de la impenetrable vestimenta.