Se había disparado en la cabeza, por encima del ojo derecho, el cerebro se le había salido. Para descongestionarlo le hicieron una sangría en el brazo. La sangre corrió, seguía respirando. De la sangre en el respaldo del sillón pudo deducirse que había consumado su acción sentado delante del escritorio, luego se había desplomado, agitándose convulsionado cerca de la silla. Yacía exánime, postrado de espaldas frente a la ventana, completamente vestido, con las botas puestas,