He aquí que dicen que el equilibrio es de sabios,
que la vida no perdona a los confusos.
Y si de sabiduría se trata, más vale entender
la diferencia que existe entre
ser tolerante y ser permisivo,
ser comprensivo y ser ingenuo.
Se paga caro al confundir
paciente con indeciso,
bondadoso con estúpido,
generoso con flojo.
O cuando uno se considera revolucionario,
pero en realidad es un desorientado.
Pobre de aquél, que creyendo
ser persistente, raya en la terquedad.
Yo en vano me balanceo
entre el justo y fino medio de estas palabras,
ya que sintiéndome flexible, caí en la debilidad.
Y cuando pretendí ser protector,
me tildaron de invasivo.
Quisiera ser equilibrista
para andar por ese justo medio,
aunque en la práctica de sus acrobacias,
ellos caen, tanto como yo.