Las peores fantasías
Cuando nos ocurre que sufrimos por algo que nos ha salido mal, o por alguna culpa, o por algún incidente desagradable vivido en el curso de nuestra existencia, casi todos nosotros tenemos la tendencia a tratar de contener nuestro sufrimiento intentando racionalizar lo que ha sucedido o tratando de no pensar en ello, esforzándonos por olvidar. Pero racionalizar un sufrimiento emotivo es el mejor modo para sacar por la puerta algo que vuelve a entrar, después, por la ventana. De esta manera, el dolor parece cada vez más fuerte, entonces, esto no solo es inútil sino que la mayoría de las veces incrementa el sufrimiento.
El tratar de no pensar en algo resulta ser el mejor modo para pensarlo más, ya que pensar en no pensar es ya pensar
Esforzarse por olvidar, además, teniendo en cuenta que el acto de olvidar es algo involuntario, hace voluntario lo que no lo es, con el resultado que terminamos por inhibirlo; por lo tanto, el efecto será que mantenemos mucho más presente en nuestra memoria lo que queríamos cancelar.
En este caso, la técnica que tiene un poder verdaderamente sorprendente es aquélla de hallar un espacio a diario, específicamente planeado, con un comienzo y un final, en el cual concentremos al máximo las fantasías que más nos hacen sufrir, con el fin de que podamos canalizar y exteriorizar nuestro sufrimiento.
Por lo regular, el efecto puede ser que:
a) Se logra estar peor en este espacio. Esto produce un alivio del sufrimiento, a lo largo del día, al estar fuera de este espacio, conduciendo gradualmente a que metabolicemos y superemos el sufrimiento.
b) Dentro del espacio predeterminado para sufrir, por efecto paradójico, no se logra estar mal. Mientras más se busca estar mal, más se tienen reacciones contrarias.
Este es el caso más frecuente, con base a ello nos podemos ejercitar en la utilización de esta técnica como estrategia constante para combatir los momentos críticos.
Se puede ejercitar tal tipo de exasperación paradójica de las sensaciones y de los pensamientos negativos, cada vez que éstos aparezcan. En otros términos, se puede «tocar el fondo para regresar a flote» cada vez que comenzamos a sentimos ahogados en nuestros estados de ánimo.