Marcelle Sauvageot

Bailar es el ritmo más feliz de la vida; bailar cuando pensabas que no lo harías es una victoria conquistada

bonito sueño se deshace en pedazos

Cuando, por la mañana, la claridad nos despierta de un sueño, intentamos, cerrando los ojos y sin movernos, recrear la escena y continuarla. Pero la luz del día lo asola todo: las palabras pierden su timbre; los gestos, su sentido.

Llevo dos años enferma, a menudo ausente; él ha seguido haciendo su vida; quise creer que me esperaría: pero ¿me esperaba realmente? ¿Consideraba que lo nuestro era pasajero e insuficiente? ¿Aguardaba mi regreso para hacerlo florecer? ¿O tal vez moría sin ningún arrepentimiento por su parte, seguro de que encontraría otras cosas más bonitas mientras yo estuviera aquí

Desconfío de mí misma; me asombro al oírme revelar lo que siento como hace todo el mundo. Me escucho como si fuera otra persona la que hablara y creo que ya no soy sincera; tengo la sensación de que las palabras hinchan mis sentimientos y los vuelven ajenos.

Desconfío de mí misma; me asombro al oírme revelar lo que siento como hace todo el mundo. Me escucho como si fuera otra persona la que hablara y creo que ya no soy sincera; tengo la sensación de que las palabras hinchan mis sentimientos y los vuelven ajenos. Entonces me parece que el hombre que tengo delante me sonreirá como sonreiría a una niña que habla de cosas que no conoce. Es imposible que sea yo la que dice: le amo. ¿Y si él me creyera y yo estuviera equivocada? Por eso tengo que terminar las frases con una pirueta que parece decir: «Usted me ama, puesto que me lo dice; pero me temo que mi manera de amar no es la buena: la gente debe de amar mejor que yo y sabe expresarlo mejor

planteo dudas sobre mis sentimientos; me aterra que se me acuse de falta de sinceridad, así que me imagino mil circunstancias en las que supongo que mi amor se quiebra

me bese las yemas de los dedos. Y así, negando que mi corazón ama, me encariño más que aquel que dice «Te quiero»

Él también debió de ver sólo eso; no le mostré nada más. ¿Acaso le pedí demasiado? Sin embargo, en sus cartas de los últimos días aún había una sombra de celos. Debe de seguir queriéndome. Tal vez esta carta sea dulce

Parecía una película detenida en mitad de la proyección: como si el celuloide aún sin desenrollar no contuviera imágenes y lo ya visto presentara a los personajes congelados, con la pose de unos títeres de