El escritor exiliado, por otra parte, a menudo se ve ante la necesidad de explicar públicamente «por qué ha abandonado su país». Siempre será sospechoso, a un paso del delincuente que huye de algo. La utopía de un mundo sin fronteras, las migraciones en masa de mundos peores y conflictivos a otros mejores y sin conflictos especiales, incluso el romántico «nomadismo como forma de vida», dice Ugrešić, tarde o temprano termina topándose con el muro «de la reglamentación burocrática»: «Sólo los rebeldes se impacientan: los pragmáticos se deslizan por el laberinto burocrático sin ofrecer resistencia».