«Fui torpe, errática, incontrolable», cuenta Jill Johnston, autora de Lesbian Nation, sobre su proceso de aceptación de su identidad. (O Eileen Myles: «Los hombres seguían gustándome. Quiero decir, que al menos eso intentaba»). Aquel primer terapeuta, también un estudiante de posgrado, no tenía mucho que ofrecerme. Me pasaba la mayor parte de nuestra sesión meditando —sentada en silencio— tal y como él me sugería.