Marina se convirtió en la hija de todos lo que trabajábamos en la UCI. Después de ser dada de alta, volvía todos los días a ver a los que le habían salvado la vida. A mí me daba un abrazo cuando me veía por el pasillo, y me hacía bromas de adolescente sin vergüenza. La lesión cerebral se había llevado esa moralidad que caracteriza a las niñas bien educadas