Disponemos de dos elementos para reconstruir el resto de ese día.
El primero es un vídeo que puso en marcha en el magnetoscopio, en lugar de Los tres cerditos. Durante ciento ochenta minutos, grabó encima fragmentos de programas emitidos por la decena de cadenas que captaba por vía satélite: variedades y deportes, lo habitual de una tarde televisiva de domingo, pero cortados por un zapping frenético, un segundo en una cadena, dos segundos en otra. El conjunto constituye un caos tétrico e insoportable que los investigadores, sin embargo, se obligaron a ver. Llevaron su celo hasta el extremo de identificar cada una de las microsecuencias y, visionando los programas de cada una de las cadenas emisoras, establecer la hora exacta de la grabación. De ello se deduce que permaneció sentado en el sofá, jugando con el mando a distancia, desde las 13.10 a las 16.10, pero también que, cuando empezó a grabar, el vídeo estaba en la mitad de su metraje. Al llegar al final, tuvo buen cuidado de rebobinarlo y grabar encima de toda la primera parte, zappineando, lo que parece indicar que quería borrar una grabación anterior.