Los que nos dedicamos a contar historias sabemos que nuestro oficio consiste en mentir. Pero son mentiras buenas, que dicen verdades, y nuestros lectores se merecen que las construyamos lo mejor que podamos. Porque en algún lugar, ahí fuera, hay alguien que necesita esa historia. Alguien que crecerá con un paisaje diferente, que sin esa historia sería una persona diferente. Y que con esa historia puede tener esperanza o sabiduría o amabilidad o consuelo.
Y por eso escribimos.