Miró el aire colorido, nada podía ser mejor. Valía la pena estar vivo. ¡Estar viva! Vivas nos queremos, se dijo.
En tres horas, en cuatro, tendría la oportunidad de dar consejos, de ser escuchada:
Uno: cumplan sus sueños.
Dos: lean El Aleph, de Borges.
Tres: si encuentran una lámpara maravillosa, no dejen pasar esa oportunidad.
Leticia descubrió en ese momento qué le iría a decir a su público, cambió sus palabras, y retuvo en el aire la respiración: inhalo, exhalo, repitió. La arena seguía húmeda, el sol empezaba a quemar, y se empezaron a desprender burbujas de hierbas, cada una con un sueño con la vida por delante. Era momento de cumplir con su instrucción