El voluntariado de Ardern en un comedor social neoyorquino era oro narrativo. Una joven socialista que invertía el tiempo en Nueva York en alimentar a los vagabundos: era bonito. Marcaba una línea divisoria fácil en los perfiles internacionales de la «nueva esperanza» de la política mundial. Sin embargo, cinismo aparte, no hay duda de que Ardern estuvo de voluntaria, porque nunca ha mentido, que se sepa.