lo que me enseñó fue que toda la determinación y la petulancia que tanto me habían servido de joven y ciertamente en mi época de estudiante eran de hecho un riesgo para mí tras convertirme en profesor. Ahora que era literalmente el primero de la clase, por fin podía dejar de comportarme como un chaval que busca exhibirse. Para decirlo claramente, tenía que seguir investigando, escribiendo y publicando como un derviche novato en llamas, pero no debía ni sudar ni mostrar una sola pizca de ambición ante nadie.