De pie en la cubierta de proa, apoyada en la baranda, Louise contempla el Mediterráneo, vacío aún de todos los pecios fantasmales que la atormentarán cincuenta años más tarde. Porque así vagamos, desarbolados en la tempestad de los años, rehenes de un mar sombrío en el que el exilio de unos nunca llega a borrar el de los otros, culpables y víctimas del pasado