El nihilismo hermenéutico tenía su origen en la constatación de que el mundo no es un lugar que encarna una esencia ontológica o que revela una verdad moral, sino que es el lugar donde la actividad consciente de los hombres crea significado de manera continua. Y, al contrario, el nihilismo aniquilante destruye de forma activa los valores mancomunados (morales y económicos) producidos en el pasado, así como la regulación política democrática, proponiéndose en cambio afirmar la primacía de la fuerza abstracta del dinero.