Una de las grandes iconos de la difícil y tardía incorporación de las mujeres al deporte es la atleta estadounidense Kathrine Switzer. En los años sesenta, los organizadores de las pruebas deportivas de Estados Unidos creían que las mujeres eran físicamente incapaces de correr más de una milla y media (2,4 kilómetros). Mucho menos abordar la difícil tarea de completar los 42 kilómetros del Maratón de Boston, la carrera popular más antigua del mundo. Switzer se inscribió con sus iniciales para no levantar sospechas y consiguió su dorsal, el ya mítico 261