La figura del actor como aquel capaz de ser otros y a la vez aquel al que «lo son» (o que «es sido» por) los otros, entonces, es ofrecida en términos de fallas, quiebres, fisuras y rupturas (es decir, signos en la superficie de una complejidad de capas subyacentes), de manera que difícilmente esta puede ser explicada en términos de un nivel más profundo y definitivo que «resuelve», por decirlo así, la profusión de identidades al descubrir una consistencia oculta.