Lo anterior es sólo un ejemplo de cómo la estética del terror no se agota con el primer ciclo de la novela gótica, sino que se adapta para expresar los miedos y ansiedades, individuales y colectivos, de distintas épocas, y adopta o enfatiza diferentes matices de lo oscuro, así como diversas estrategias literarias, para continuar enfrentando a los lectores con aspectos de la experiencia humana que a veces preferiríamos no contemplar.