Karolina Ramqvist

Es algo que siempre late en el fondo de nuestros relatos: la idea de que lo malo nos hace avanzar, de que aquello que no nos mata nos hace más fuertes y que cada uno de nosotros es un héroe que supera las dificultades para poder alzarse al final dispuesto a contar su propia historia.

El hecho de que estuviera escrito no significaba que fuera verdad.

Existía cierta tensión en la distancia que se abría entre los clichés aún vigentes sobre las mujeres y la realidad de las experiencias, era una tensión emocionante y difícil de manejar. Incluso yo, a pesar del tiempo que llevaba reflexionando sobre ello, era tan proclive como cualquiera a esa idea de las mujeres como víctimas bondadosas e inocentes en un mundo masculino: débiles, generosas, necesitadas de salvación… Y yo era igual de débil ante la imposición de comportarse de una forma determinada (en este caso, de narrar a las mujeres de una forma determinada) para mantener esa concepción.