Ango Sakaguchi

Comenzó a aborrecer la capital como a un enemigo.

Podría poner fin a la repetición infinita de luz y oscuridad matando a la mujer

De repente, la inquietud se apoderó de su corazón y, entonces, lo comprendió: ¡Ella era un demonio!

. La mujer se había desvanecido dejando solamente pétalos. Mientras intentaba apartarlos, se dio cuenta de que su propia mano desaparecía también, y luego su

brazo y después, su cuerpo entero. Solo quedaron los pétalos y el frío vacío infinito.

Más te vale alargar el trabajo e idear la manera de prolongar tu estancia allí

Anamaro me presentó al señor:

—Este es Mimio.

Pareces un conejo, aunque tu cara es de caballo.

es la esencia misma del relato fantástico y de horror, aquel que se basa tanto en lo contado como en lo que no se cuenta y donde el verdadero miedo yace en la naturaleza misma de la vida y sus preguntas sin respuesta.

Sin gente, un bosque de cerezos en flor es sencillamente aterrador.