“Ante la música de Schubert, a uno se le saltan las lágrimas sin primero cuestionar el alma: tan poco figuradamente y tan realmente nos invade. Lloramos sin saber por qué; porque todavía no somos como esa música promete, y en la innominada felicidad de que ella solo ha menester ser así para asegurarnos de que alguna vez nosotros seremos así.”