Una experiencia íntima del lenguaje es una apropiación de la lengua: de los discursos que hacen a un lenguaje. Y en ese sentido, el apropiarse, hacer suyas las palabras, los signos, las imágenes, implica reconocer y usar esos elementos para nombrarse, y nombrar así lo que se es, lo que se siente; lo que nos cimbra, lo que quisiéramos transformar.