La tarde crucial de mi vida es aquella en la que mi abuelo me condujo al Centro, para mostrarme la ciudad invisible. Junto a cada edificio en pie, existía otro que se había ido. Al lado de cada hombre que caminaba respirando en la calle, flotaba una procesión de muertos. La ciudad no era sino sus ruinas, sus sombras, sus despojos. Un conjunto de reverberaciones, de fantasmas, de ecos, que llegaban hasta nosotros como un rostro que atravesara el agua