Lo único que yo pedía era tiempo y distancia entre nosotros, que me permitieran enfrentarme a la vida a la que nos estábamos lanzando.
Él rehusó. Dijo que en aquel momento no podría soportar mi ausencia. Sencillamente, habíamos cometido un error: habíamos progresado con demasiada rapidez. Habíamos provocado problemas que, físicamente, éramos incapaces de afrontar. Él estaba agotado, casi enfermo, y yo también.