Hoja de Lata Editorial

Como alguien dijo, empieza tú matando a quien tiene intención de matarte. No podemos quedarnos mano sobre mano, sabiendo como sabemos que hay extensiones interminables de tierra que podrían dar acogida a millares de los nuestros,

en que cogió el brazo de Jack para detenerlo antes de que se lo llevara. Debería haberlo hecho. Debería haber apoyado la

Al fin y al cabo era un bebé, aunque más bien parecía uno de esos niños robados de los cuentos. Carita transida por el dolor, barbilla diminuta, orejitas puntiagudas; era

Las ramas estaban desnudas, la hierba era de un gris amarillento. Ni un solo copo de nieve. Era como si todo lo bello, lo reluciente, hubiera sido arrancado del mundo y barrido como si fuera polvo.

No puedo hacerlo. No puedo hacerlo».

Era demasiado trabajo para un hombre de su edad.

«Aquí no son ustedes mujeres; aquí no son ustedes más que dependientas».

Además, se disfruta de tan escasa libertad en la casa que es una lástima perder los cinco o diez minutos que se invierten en el canjeo del indumento en inútiles lamentaciones o en vanos comentarios.

el temor de cada dependienta a perder el empleo ha ahogado la protesta.

La obrera española, salvo contadas desviaciones plausibles hacia la emancipación y hacia la cultura, sigue deleitándose con los versos de Campoamor, cultivando la religión y soñando con lo que ella llama su «carrera»: el marido probable.