Catalina. –Ahí estaba de nuevo. No Lina, sino Catalina–. Me alegra no haberte besado.
Mi corazón se detuvo.
–¿Por qué? –pregunté con lo que no fue más que un susurro tembloroso.
–Porque cuando por fin me ocupe de esos labios, no tendrá nada que ver con una farsa. No voy a estar contándote lo que haría si fueses mía: te lo mostraré. No será una actuación lo bien que podría