No hay nada más mío que la sangre que me recorre. Arriba, el cerebro de mono archiva, analiza, acomoda, desacomoda, juega, aúlla, muerde. Abajo, la sangre fluye, tiene tanta fuerza que, contra la dirección que le impone la gravedad, sube y nutre la nave nodriza desde la cual el pequeño mono hace su trabajo. Abortar y embarazarme fueron mandatos de la sangre.