Me alegra saber que estos cuentos y soliloquios regresan por fin al papel, al volumen clásico encuadernado y con olor a tinta. De algún modo es un homenaje secreto al horror de la página en blanco, a no saber qué decir ni a quién decírselo: ese monstruo de dos cabezas que nos atacaba a los muchachitos del siglo pasado, entre los veinte y los treinta años, cuando soñábamos con escribir.
HERNÁN CASCIARI