Como ha escrito Declan Kiberd, el autor era completamente consciente de que muchas personas insulsas y pusilánimes se adhirieron al movimiento por la revitalización del gaélico como medio para ocultar su grisura y la incapacidad de forjarse una auténtica personalidad propia, lo que llegó al extremo de la adopción del kilt o falda escocesa, algo ajeno a la tradición de Irlanda.