Y es que en los ámbitos abogadiles, muchas veces, las mujeres no tienen cabida en los procesos de socialización masculinos, como puede ser al hablar de deportes, de coches y —cómo no podría ser de otra manera— de mujeres. O bien tienen menos probabilidades de involucrarse en actividades donde su exclusión resulta ser la regla —para nadie es un secreto que muchos de los negocios entre importantes clientes y abogados transitan por bares, cantinas, campos de golf, antros, o incluso en prostíbulos y burdeles.