La gente no concibe que una mujer dedicada al hogar pueda tener una vida, centros de interés, y menos aún algo que decir. No conciben que pueda pronunciar varias frases juiciosas sobre el mundo que nos rodea, ni ser capaz de formular una opinión. Como si la mujer dedicada al hogar estuviera condenada por definición a arresto domiciliario y su cerebro, tras haberse visto privado durante largo tiempo de oxígeno, funcionase a cámara lenta.