Pero banal no quiere decir benigno –termina Billig–; porque el nacionalismo, como Jano, tiene dos caras. Por un lado, cultiva una identidad primordial, que se presenta como antigua, familiar y protectora. Y por otro, se pone al servicio de una estructura política actual, moderna, que posee ejércitos y armamentos; y predispone a utilizarlos, es decir, ayuda psicológicamente a tomar decisiones bélicas.