inmortalidad, por otro lado, dio paso a la necrofilia, pues vivir por tiempo indeterminado, inevitablemente, conlleva el sufrimiento por la pérdida de los seres amados. Esta práctica comenzó a llevarse a cabo en aquellos amantes fieles e incondicionales que mantenían esa postura afectuosa aún después de la muerte de sus parejas, pues no podían concebir el hecho de realizar tan íntimo acto con alguna otra persona, sólo por la razón de que su consorte había perdido —y no se veía próximo(a) a encontrar— la vida.