Pero en realidad inocencia y experiencia siempre han sido distintas, inocencia y experiencia se complementan como «los dos estados opuestos del alma humana». La inocencia de la niñez (cuánto recuerda a las ideas de Leopardi) frente al camino perturbador hacia la nada de la vida adulta. La corrupción necesaria, la transgresión del conocimiento. La verdadera inocencia que resulta imposible sin la experiencia, transformada por la fuerza creativa de la imaginación humana.