Muy a menudo escuchamos cómo se exige más atención técnica a los problemas de salud mental, un mayor acceso a psicoterapia, lo cual hasta ahora ha quedado reservado en el sistema nacional de salud a personas con lo que se denomina trastornos mentales graves y trastornos de personalidad graves, y en el circuito privado, a quienes tienen un poder adquisitivo alto o al menos seguridad económica y estabilidad suficiente como para poder hacer un esfuerzo y pagar una terapia privada. La reivindicación es perfectamente legítima pero en ocasiones algo naíf. Incluso aumentando fantásticamente el número de profesionales de la salud mental y haciendo verdaderamente accesible el marco psicoterapéutico, lo cierto es que el sufrimiento psíquico derivado de las malas condiciones de vida, eso que el sistema califica de «problema social», no tiene una solución técnica psicoterapéutica.