ello porque la respuesta a la pregunta «¿Cuándo se ha vuelto usted tan cruel?», la planteen los estadounidenses, los alemanes o los ciudadanos de cualquier otro país, es que esas personas cambiaron el día en que su líder mencionó explícitamente o insinuó implícitamente una causa. Mientras haya una causa, y, en consecuencia, el líder pueda trazar una línea entre los que están a favor y los que están en contra, no habrá un delito ético al que los humanos no recurran.