Sébastien Lefèvre

En un contexto donde la tradición blanca ha tendido a apropiarse de lo afro, la pregunta que da título a esta obra no solo es legítima, sino necesaria. Nos interpela, nos desafía y nos obliga a repensar nuestro lugar en esta lucha.

caemos lxs investigadorxs blancxs en la trampa de minimizar el racismo, ya sea restándole gravedad, viéndolo como algo superado o, paradójicamente, fijando lo afro en un rol de víctima inmutable? En otras palabras, ¿estamos, sin darnos cuenta, reproduciendo la maquinaria colonial a través de nuestros propios trabajos?

Tradicionalmente al servicio de la ideología racista y colonial, las universidades siguen siendo un reflejo de cómo se ha universalizado el pensamiento de Occidente.

Sigue nuestra blanquitud impregnando nuestras investigaciones, haciendo que el conocimiento que producimos sea reflejo de la hipocresía eurocéntrica

en la academia, ¿la presencia de personas negras es auténtica inclusión o simple tokenismo? ¿Es solo parte de ese “efecto Benetton” de la posmodernidad (Giroux, 1994), una manera de mostrar una cuota simbólica de negritud que nos permita aparentar diversidad racial y quedar bien de cara a la galería y a nuestra conciencia blanca?

¿estamos realmente preparadxs para un ejercicio reflexivo sobre nuestros propios trabajos, o no estamos dispuestxs a enfrentarnos al espejo del racismo que nos ampara?

radical? ¿Estamos aquí por convicción o porque el antirracismo empieza a cotizar alto en el mercado de las causas justas?

Partimos de una convicción fundamental: conocer nuestro lugar de fala o de enunciación, tanto a nivel individual como colectivo, es un imperativo ético que nos invita a responsabilizarnos de nuestros privilegios y de nuestra relación con el poder.

Somos conscientes de que hablar con voz de ninguém o voz de nadie no es posible si no es asumiendo que es una actitud que perpetúa el racismo, pues quienes pueden permitirse esa falsa neutralidad hemos sido nosotrxs, personas blancas, que no sentimos la necesidad de reivindicar nuestra propia humanidad

la llamada escalera social o académica ofrece peldaños diferentes según quién seas o cómo luzcas.