Mercedes Cebrián

Es como cuando te enamoras, dice. El personaje de ficción es como el ser amado: siempre extraordinario, nunca una persona como las demás. Así que dejas fuera los detalles que asemejan a esa persona a todos los demás seres humanos. Y, por el contrario, tomas lo que te parece emocionante o intrigante, las cosas especiales que te hicieron en primer lugar querer escribir y las exageras.

En «Cómo ser un flâneur», dijiste que no considerabas que un largo paseo con un perro fuese genuina flânerie porque no era lo mismo que caminar sin rumbo y ser responsable de un perro impedía a las personas entregarse a la abstracción. En estos días paso tanto tiempo paseando a Apollo que no puedo imaginarme salir simplemente a pasear sola, pero lo que me impide entregarme a la abstracción o pensar mucho es la atención que atrae Apollo.

Creo que la intensidad de la compasión que sientas por un animal tiene que ver con cómo evoca en nosotros la autocompasión.

Una vez más me topo con esta famosa definición de amor: dos soledades que se protegen, se tocan mutuamente y se saludan.

La verdadera bondad humana puede ponerse en primer plano solo cuando su recipiente no tiene poder. Que se vea, entonces, cómo la raza humana trata a los que están a su merced. Y sometidos a esta prueba moral, la humanidad ha sufrido una derrota tan fundamental que todas las demás provienen de ahí.

Descubrí que existe una palabra, onsra, en Bodo, un idioma hablado por la etnia bodo en zonas del noreste de la India, que se emplea para describir la emoción estremecedora que experimenta una persona cuando se da cuenta de que el amor que había compartido con otra no está destinado a perdurar.

Y toda historia de amor es una historia de fantasmas.

Y todo el mundo ama a alguien en alguna ocasión.

Osteoporosis de suelo causada por los hombres

Lo que ha pasado

son cuarenta y dos años. Por tu postura

me huelo que los llevas

cargados a la espalda

Algún resto quedaba de cuando nos hicimos

con el oro de América.

El tributo no es un invento nuestro: fue cosa

de los griegos