Las primeras veces que salí a la calle me sentía demasiado rara, con la sensación de ser toda yo unos gigantescos y mentirosos ojos verdes de mirada prestada. Poco a poco me fui acostumbrando a mostrarlos con naturalidad y hasta con coquetería. De vez en cuando noto reacciones ante ellos, parecen ser bastante llamativos. Mucha gente los halaga, y cuando esto sucede, me siento extrañamente deshonesta, por saber que literalmente no son míos, por saber que no pueden ver al que los mira, por mostrar en ellos un color que por supuesto no es el que la vida me regaló cuando nací, y porque ni siquiera yo puedo dimensionar su belleza.