Si le daba tos, se limitaba a toser, y si la comida le subía por el esófago, se limitaba a sacarla. Sin duda sentía el dolor, pero este era puro. No se lamentaba por tener que pasar por eso como solía hacer Yoshiro. Quizá era un don que se había concedido a la generación de Mumei. Su bisnieto no sabía lo que era compadecerse de uno mismo.