Rumi Sato

Poner pegas a la felicidad de los demás, comentar sin trabas los secretos ajenos es el mejor desahogo a las desgracias propias.

¿Por qué le tocaba siempre la peor parte? ¿Acaso era culpable de algo o simplemente tenía mala suerte?

Lo que estaba consagrado en el altar era la misma fotografía del marido de Hatsue que ella tenía en su casa. A su lado lo acompañaba la foto de una elegante anciana. Ella era la mujer que se había quedado con su esposo. Habían trascurrido ya dos años desde su fallecimiento