Vanina Bruc

ue algún día seré tan bella como tú y brillaré con mi luz propia.

su cuerpo era suyo y siempre lo había pensado así,

Por ella y por quien no pudiera defenderse, su cuerpo era suyo, su cuerpo era suyo

entendió que la justicia era una cosa inexistente y que debería vivir la moralidad a su manera, dictando sus propias normas en un mundo enfermo e intentando entender por qué no encajaba, si en ella no había nada malo, si jamás atacaría a nadie que no le hiciera nada.

Y un coño. ¿Cómo iba a encontrarse? ¿Pero cómo era la gente tan estúpida? Pues claro que no estaba bien, si estaba tirada en el suelo como una salchicha y gritando socorro.

Una bella estampa, la de su jardín de su querida Inglaterra, y se quedó en silencio con la melodía de los pájaros y su propio torrente de pensamientos.

Feliz Navidad, Florence, que por una vez no tienes que hacer lo que te dicen ni lo que se supone ni lo que siempre has sido y vas borracha al volante

Volvió a la casa y se sentó a tomar café en la mesita de la cocina. Estaba dispuesta a conocerse.

cuando suspire, túmbame y escóndeme y pon este otro cuerpo en mi lugar.

El suelo era de barro y las paredes eran de barro y se dio cuenta de que ese había sido su interior, un pozo de lodo y estiércol, y que debía salir de él