ese escapismo tan característico de Silicon Valley —al que yo llamo, para abreviar, la Mentalidad— anima a sus adeptos a creer que, de alguna manera, los ganadores pueden dejarnos atrás al resto de nosotros. Quizá ese haya sido siempre su objetivo. Puede que ese impulso fatalista de elevarse por encima de la humanidad y distanciarse de ella ya no sea tanto el resultado del capitalismo digital desbocado como su causa: una forma de tratarse unos a otros y tratar al mundo cuyo origen puede encontrarse en las tendencias sociopáticas de la ciencia empírica, el individualismo, la dominación sexual y quizá incluso el propio «progreso».