La muerte como efecto secundario, sin paternalismos ni dulcificaciones, parece decirnos que en la lucha entre lo viejo y lo nuevo —entre un antiguo sistema que nos hace infelices y uno nuevo que provee otra clase de opresiones—, la esclavitud, la violencia, lo artificioso y falso, la familia y hasta la muerte serán apenas daños colaterales de una existencia vacía. Y en esto Ana María Shua no hace concesiones.