Hay algo que no podemos esquivar: la finitud. Nacemos, morimos, pensamos que controlamos nuestra vida, pero lo cierto es que estamos sometidos a la contingencia, al azar y a la incertidumbre. Creemos que tenemos nuestro mundo ordenado, pero de repente aparece lo que no estaba previsto, irrumpe un acontecimiento que lo cambia todo, que nos transforma y que nos deja huérfanos e indefensos. Ya nada vuelve a ser como antes.