La forma particularmente gaseosa, en realidad la falta de una forma, es la característica más importante del estado gaseoso. El ejemplo clásico de esta forma de existencia en la gente es el sueño. Las moléculas de la realidad, las partículas individuales de la estructura granulosa del hombre (véase Anatomía IV) están a tal distancia durante el sueño que entre ellas actúan las fuerzas de atracción más pequeñas. En el sueño, el cuerpo humano se extiende ilimitadamente, alcanzando alturas nunca imaginadas y conquistando extensiones inmensurables.
En la segunda forma fundamental —la líquida—, la densidad de la realidad se incrementa mucho más. El hombre se encuentra entre el sueño y la realidad. A la vez está limitado e ilimitado, capaz de ascender, pero a veces obligado a ser la impotente agua estancada. Los ejemplos conocidos de esta forma de la existencia son: sonambulismo, coma y el embarazo en las mujeres.
Las moléculas completamente compactas de la realidad son la característica del estado sólido. El hombre tiene la misma forma que en la realidad. Perdió la levedad y la libertad de movimiento y ganó el peso y la fragilidad, por lo que en esta forma es cuando más a menudo se quiebra.
Es un hecho lamentable que buena parte de la humanidad obstinadamente existe sólo en una forma (por lo regular, en la tercera) rechazando las dos primeras como poco serias o peligrosas. Pero, por fortuna, este error evolucionista lo corrige cierta cantidad de gente que, sin miedo, cambia el estado físico viviendo todas las ventajas del aire, el agua y la piedra.